POR GRACIÁN DE HERRERA
Una de las mujeres más bellas de México, con esos inmensos ojos almendrados, su cabello ondulante como sus líneas corporales tiene significados tan variables como cada una de sus facetas como actriz. Es realidad y mito.
Ya decía el dramaturgo y poeta Bertolt Brecht, creador del teatro épico: La piel, de no rozarla con otra piel, se va agrietando…/los labios, de no rozarlos con otros labios se van secando…/los ojos, de no mirarse con otros ojos se van cerrando/El cuerpo, de no sentir otro cuerpo cerca se va olvidando…/ el alma, de no entregarse con toda el alma se va muriendo…
Tan cierto que el adiós a la soledad es tan posible como esa ropa translúcida que hace de Ana una diosa de la sensualidad. La inigualable mujer que nació con el arrullo de las olas, con el danzón y el espíritu de carnaval que siempre nos ofrecerá alguna sorpresa.
Ana, el nombre que se pronuncia al revés y al derecho tiene la dulzura de la brevedad, gota de agua que puede formar ciclones. Siempre, en la noche, nos entrega una imagen de sí misma y el entorno que tiene como regalo la sensualidad.